La Obra

La caída de la Casa Usher pudo haber sido una de las óperas más seductoras del siglo XX si Claude Debussy no hubiera abandonado este mundo dejándola inacabada. Años después sus apuntes fueron recuperados por musicólogos y compositores como Carolyn Abbate (EEUU), Gordon Getty (EEUU), Juan Allende-Blin (Chile) o Philip Glass (EEUU) en los años 70 y 80, y más recientemente Robert Orledge (Reino Unido).


The Fall of the House of Usher, considerada por la mayoría de especialistas obra cumbre de Edgar Allan Poe, se publica por primera vez en Burton’s Gentleman’s Magazine en 1839, una revista en la que el autor llegó a trabajar como editor y que avivaría con otras narraciones célebres de terror y humor como William Wilson o Morella.


Se trata de un relato muy representativo del espíritu romántico y el movimiento literario simbolista, no sólo por su temática sino por el peso de las imágenes con las que juega el autor, tomadas de los más profundos miedos que alberga la mente humana: la soledad, la muerte en vida, la locura… De ahí también procede el oscurantismo de ciertos diálogos, cuyas consecuencias son más visibles en el estado físico y psíquico de los personajes, que en las palabras que logran transmitir. La llamada “falacia patética o antropomórfica” que representa el propio edificio de la Casa Usher, por la condena empática a la que ha sometido a los hermanos Roderick y Madeline, también es un elemento muy definitorio del contexto literario y estético en el que se ideó la historia.


El libreto de El Palacio Encantado, adaptado por el compositor Igor Escudero a partir del cuento original, toma su nombre de uno de los poemas que incluye el relato. Su versión guarda fielmente los detalles y complejos mecanismos narrativos de Poe, y cuenta con el visto bueno de la Edgar Allan Poe Spanish Association (EAPSA) a través de su presidenta, Margarita Rigal Aragón (UCLM) y su vicepresidente, Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan (UVa).


A pesar de la aparente simplicidad de su estructura, tanto el texto del narrador como los diálogos de los protagonistas contienen fuertes dosis psicológicas hiladas a través de una retórica, en muchos casos, densa y compleja. Más ricas si cabe son las posibilidades expresivas que se ofrecen a los actores, obligados a mantener un estado de tensión contenida que no se desata libremente hasta el culmen final. La interpretación también exige un estilismo y caracterización adecuados a un conjunto de personajes situados en distintos estadios vitales: la vida, la enfermedad, la locura y la muerte.